El
proceso de emancipación
de
los jóvenes en España
Irene
Gil Peláez, alumna en prácticas del Máster de Sociología aplicada de la UMA,
a
través del convenio con nuestro Club UNESCO C-Málaga ECYP.
Cuestión
de querer y poder
Jóvenes
estudiantes en el campus de la facultad de empresariales de la UMA.
A la hora de analizar los factores que subyacen en el proceso de emancipación de los jóvenes en España nos encontramos con que las transformaciones presentadas en el mercado laboral y dentro del seno de la familia, junto a un aumento de la dificultad en el acceso a la vivienda, han producido cambios en los deseos y expectativas de los jóvenes, dentro del rango de edad de 20 a 34 años, que ven mermadas sus posibilidades de abandonar el hogar parental a una edad temprana y con unas condiciones socio-económicas estables.
La
emancipación constituye parte del ciclo de vida de una persona y por ende de su
realización personal, pues implica alcanzar unas metas y objetivos entorno a
los cuales se han configurado las elecciones y vida de los mismos. En este
sentido, la emancipación supone un proceso muy importante en el progreso de los
individuos, en su paso de una etapa de la vida a otra, en el que se abandona el
hogar familiar que hasta ese momento estructuraba y organizaba la vida del
joven, para dar paso a una autonomía propia en el que cada uno rige sus propias
acciones y decisiones, alcanzando plenamente la condición de adulto.
Al
mismo tiempo, la emancipación supone un indicador del desarrollo de una
sociedad, ya que tras este hay implícitas una gran cantidad de variables
económicas, sociales, educativas, políticas o culturales que inciden en la
consecución de la misma.
A
la hora de focalizar este proceso en España, se observa que en los últimos años
no ha parado de aumentar la edad de emancipación, donde según los datos
publicados por Eurostat (2018) los jóvenes españoles se emancipan tres años más
tarde que la media de la UE, posicionándose como uno de los últimos países en
cuanto abandono del hogar se refiere.
Como
datos objetivos de la situación socio-laboral de los jóvenes dentro del mercado
en España, según los datos publicados en la Encuesta de Población Activa (EPA)
por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en el primer trimestre de 2019,
el total de jóvenes activos de entre 20-34 años es de 5.753.300, un 25,2% del
total de la población activa.
En
cuanto a los parados, hay un total de 1.136.000 los cuales representan casi el
39,4% del total de la población de parados y, que si se calcula sobre el total
de personas activas de la misma franja de edad, la tasa de paro corresponde a
un 19,7%, es decir, que del total de personas activas que buscan empleo de
entre 20-34 años, casi el 20% está es paro. Por el contrario, de jóvenes
ocupados, hay un total de 4.617.300 y representan el 23,7% del total de la
población ocupada. Además y siendo lo contrario a la tasa de parados, su tasa
de empleo calculada sobre su franja de edad es de 80,3%. Finalmente, los datos
correspondientes a la inactividad, hay un total de 1.820.300 jóvenes de entre
20 y 34 años y que representan un 11,2% del total de la población inactiva.
Es
interesante observar como se distribuye la fuerza de trabajo de los jóvenes si
desglosamos el grupo de edad en tres subgrupos que vayan de 20-24, 25-29 y
30-34 (Gráfico1). Dentro del grupo de activos, el mayor número de jóvenes
corresponde al grupo de edad más avanzado, los de 30-34, seguido de los de
25-29 y por último y más diferenciado el de 20-24. Esto se puede relacionar con
el hecho de que esta situación se da a la inversa en cuanto a los jóvenes
inactivos, es decir, que son más los de 20-24 que se encuentran inactivos,
seguido de los de 25-29 y por último de los de 30- 34. Si calculamos el
porcentaje sobre cada grupo de edad de activos vs inactivos tenemos que de 20 a
24 el 52,8% se encuentra activos mientras que el 47,2% inactivos, de los de
25-29 el 83% frente al 17% y, por último los de 30-34 el 88,6% está activo
mientras que el 11,4% inactivo.
En
cuanto a parados, la mayor tasa de paro calculada para cada grupo de edad,
corresponde al grupo de edad de entre 20-24 con un 32%, seguido de los de 25-29
con un 19'5% y la menor tasa de paro es de los de 30-34 con un 14%.
Si
se observa el motivo de la inactividad de cada grupo de edad (Tabla1), el INE
ofrece datos acerca de diferentes razones que han dado los individuos sobre la
misma. De entre el grupo de edad de 20-24 años el mayor porcentaje de inactivos
se debe principalmente a que la mayoría de ellos se encuentran estudiando
(937.300), que calculado sobre el total de inactivos de ese grupo de edad
corresponde a un 87,2%. Los de 25 a 29 se dividen principalmente entre estudiar
51% y dedicarse a labores del hogar 31,5% mientras que los de 30-34 que están
inactivos se debe principalmente a labores del hogar 57,8% seguido de estudiar
22,9%.
En
cuanto a las condiciones laborales, también según los datos ofrecidos por el
INE en el primer trimestre de 2019, 3.663.300 jóvenes se encontraban trabajando
a tiempo completo y 953.500 a tiempo parcial. Si nos centramos en este último
dato, del total de personas que trabajan a tiempo parcial el 32,9% son jóvenes
de entre 20-34 años. Sobre el tipo de contrato que tienen los jóvenes
asalariados, según publica el INE haciendo la media de los cuatro trimestres
del año 2018, 4.054.600 (61,8%) tuvieron contratos de duración indefinida
mientras que 2.503.300 (38,1%) tuvieron contratos temporales. Un dato
significativo es que del total de contratos temporales (4.351.900) el 57,5%
correspondían a jóvenes de entre 20-34 años.
Por
último y en cuanto al salario, el INE recoge en la Encuesta Anual de Estructura
Salarial, la ganancia media anual por trabajador como fecha en 2016. Si lo
desglosamos por grupos quinquenales, de 20-24 años la media anual de ganancia
es de unos 11 mil euros, la del grupo de 25-29 de unos casi 16 mil y por último
de los de 30-34 de unos 19 mil. Si lo comparamos con la media de la ganancia de
todas las edades que es un total de 23.156.340 se observa que los jóvenes de
entre 20-24 años ganan casi 12 mil euros menos, los de 25-29 ganan 7 mil euros
menos y los de 30-34 años casi 4 mil euros menos. Esto es un indicador de la
precariedad de las condiciones laborales y que puede estar relacionado con la
gran cantidad de trabajos a tiempo parcial y de contratos temporales
anteriormente comentado.
Si
introducimos la influencia de la variable “nivel de estudios alcanzados”
(Gráfico2) vemos como la tasa de paro varia en función de un mayor o menor
nivel de formación. A nivel general, la tasa de paro disminuye a medida que
aumenta el nivel de formación alcanzado, donde para aquellos que sólo han cursado
hasta la educación primaria es del 54,4% entre los de 20-24 años y del 40,79%
entre los de 25-29. Cabe resaltar la también alta tasa de paro entre los que
tienen una educación superior, que varía entre el 23,3% y el 14,4% según el
grupo de edad quinquenal. En este caso, los de 30-34 años no han sido añadidos
pues el rango de edad ofrecido es de entre 30-44 años.
Aunque
el último informe de Juventud en España realizado por el Instituto de Juventud
(INJUVE) es del 2016, es interesante observar la tendencia en cuanto al grado
de autonomía económica de los estudiantes (Gráfico3). Entre los que estudian,
casi el 100% vive exclusivamente o principalmente de los ingresos de otras
personas siendo incapaces de hacerlo con uno propio. Entre los que estudian y trabajan,
el porcentaje más alto corresponde a aquellos que viven principalmente de los
ingresos de otras personas con algunos propios, correspondiendo a un 40% de los
encuestados. Por otro lado, los que viven exclusivamente de sus ingresos
corresponde a un 25%. En este sentido, un 75% de los que compaginan sus
estudios con trabajo siguen dependiendo en mayor o menor medida de los ingresos
de otras personas, viéndose incapacitados de poder hacerlo con los suyos
propios.
En
materia de vivienda, según el Consejo de la Juventud de España (CJE) en su
informe de Observatorio de Emancipación en el primer semestre de 2017, los
datos acerca del acceso de los jóvenes a una vivienda o alquiler pone de
manifiesto la dificultad con la que se encuentran y gran esfuerzo que tienen
que hacer (Gráfico4).
De
esta forma, divide a los jóvenes en dos grupos de edad de 16 a 29 y de 30 a 34.
El acceso a la compra de una vivienda para los jóvenes de entre 16-29 años les
supone un 61% de su ingreso y en el caso de alquiler un 88,8%. En el caso de
los de 30-34 les supone la compra con hipoteca un 43,5% y el alquiler un 63,3%.
En
cuanto a los regímenes de tendencia sobre la forma de acceso a una vivienda
entre los que se han emancipado, se recoge que el alquiler es la principal opción
entre los grupos de la primera etapa de la juventud. En este sentido, mientras
que los jóvenes de 16-24 y 25-29 su principal tendencia es la de la
emancipación vía alquiler siendo un 70% y 55% de los jóvenes respectivamente.
Los de 30-34 su principal opción es la propiedad con hipoteca eligiendo esta
opción el 54,9%.
De
forma general y en base a los datos obtenidos, el paro es una variable
característica de la situación socio-económica de los jóvenes, representando
casi el 40% de la población parada. Además este se acentúa si se introducen dos
variables: la edad y el nivel de estudios alcanzados. Con la variable edad se
hace referencia a que dentro del grupo de los jóvenes los de 20-24 años son los
que más padecen la situación de paro, de la misma forma que ocurre con aquellos
que tienen un menor nivel de estudios alcanzado, pues a menor formación mayor
tasa de paro. A la elevada tasa de paro, se le suman las condiciones de
precariedad laboral con la que se encuentran los jóvenes en cuanto a salarios bajos,
contratos temporales o trabajos a media jornada. Otro dato que resume la
situación de los jóvenes es la dependencia económica de los que se encuentran
estudiando y trabajando, donde casi el 75% aunque trabaje mientras estudia
todavía sigue dependiendo de alguna ayuda/ingreso externo. En materia de
vivienda son dos los datos expuestos y que resumen la situación actual a su
acceso: los altos precios y la poca capacidad de acceso. De esta forma,
mientras que los jóvenes deben dedicar gran parte de su sueldo para poder
acceder a un piso en alquiler o una vivienda en propiedad, aquellos que se
emancipan lo hacen en gran medida eligiendo el alquiler como opción, aunque
cabe destacar que esta tendencia va cambiando a medida que se envejece, pues el
grupo de edad de 30-34 se decide más por la vivienda con hipoteca.
TRABAJO DE CAMPO
Partiendo
de este contexto, se ha entrevistado a jóvenes dentro del rango de edad de 20 a
34 años con diferentes experiencias de vida, considerando tanto distintos
niveles de estudio alcanzado así como su situación de actividad dentro del
mercado de trabajo (activos e inactivos) para conocer su opinión subjetiva de
este proceso.
De
sus discursos se ha podido extraer que la emancipación está presente en la
mentalidad de todos los jóvenes, pues forma parte de los objetivos de vida en
cuanto a la consecución de un hogar y de una estabilidad económica que les
permita auto-realizarse como individuos. Aun así, los jóvenes en España, ven la
emancipación como algo lejano a realizar, priorizando otros aspectos como es el
acabar la formación educativa o conseguir acceder a un puesto de trabajo
estable, llevándose a cabo con mucho retraso en comparación con otros países o
incluso con los propios procesos que experimentaron sus padres. Esta nueva
generación de jóvenes ha crecido en un contexto con altas posibilidades de
escoger el modo de existencia de cada uno, es decir, la lógica de la vida del
individuo que ya no está regida por reglas uniformes, sino que hay muchas
formas de preferencia y expresiones singulares, lo que ha supuesto generar
grandes expectativas en cuanto a su forma de realización personal y a las
condiciones en las que llevarla a cabo. Ante la precariedad laboral del
mercado, en el que los jóvenes se han visto como los principales afectados, y
las dificultades de acceso a una vivienda, en el que las ayudas se caracterizan
por su escasez, la familia se ha configurado como el más importante agente
social. Esta no solo garantiza la estabilidad económica y afectiva del joven
que se encuentra en una fase muy importante de formación y realización
personal, sino que además se encarga de configurar las expectativas, deseos y
estrategias en lo que a la emancipación se refiere. Además, dentro de las
transformaciones familiares, lo modos de convivencia han supuesto que los
jóvenes disfruten de unas condiciones de autonomía y libertad dentro del hogar
parental que, ante el panorama laboral, difícilmente pueden encontrar fuera,
actuando como un refuerzo sobre la idea de que la emancipación además de
prácticamente no ser viable tampoco es factible. Nos encontramos ante un modelo
de bienestar en el que la carencia de políticas hacia la juventud se justifica
a través de la red familiar, en la que se espera que sea esta quien se encargue
de la protección del joven al mismo tiempo que el mercado y el acceso a la
vivienda perpetúan su discriminación, naturalizándose el retraso de la
emancipación ante el que nadie parece resistirse u oponerse.
La
emancipación debería ir acompañada de unas condiciones laborales estables con
derechos para su consecución y no esperando a que el peso recaiga sobre las
familias. Todo ello plantea una situación en donde los costes económicos, y
sobretodo familiares, que derivan del proceso de emancipación que actualmente
experimentan los jóvenes, son múltiples e inasumibles para cualquier tipo de sociedad
y economía; al mismo tiempo que se siguen precarizando las condiciones de
empleo y dificultando el acceso a la vivienda, los planes de vida como la
constitución de un hogar propio y la formación de una familia, se ven cada vez
más atrasados, hecho que podría reflejarse en que más allá de una decisión
personal, los españoles tienen cada vez menos hijos y a edades más avanzadas y
donde la idea de constituir una propia familia no está presente en sus
discursos como un objetivo a realizar a corto plazo, incluso para aquellos que
tienen pareja.
Se
puede decir que la emancipación y la decisión de llevarla a cabo está
influencia por la interacción entre el contexto socio-laboral en el que se
encuentra inmerso el joven, la configuración de la familia y su influencia en
el desarrollo y transcurso de la vida y la propia decisión y disposición del
joven hacia esta. En este sentido, el discurso de los jóvenes aquí recogidos
presenta una disposición positiva hacia la decisión de emanciparse, guiada por
una mayor ambición y por sus intereses personales en el que el disfrute se ha
convertido en una condición necesaria dentro de la configuración de las
trayectorias de vida, pero que se encuentran ante un panorama socio-económico
muy inestable, que les impide alcanzar las expectativas de bienestar material,
emocional y personal, asentándose en una posición en la que la familia se
encarga de suplir sus necesidades. Frente a esta situación, puntualizar, que en
el caso de que el joven quisiera emanciparse en condiciones menos favorables,
tampoco encuentra solución para llevarla a cabo.
Por
tanto a nivel general son cuatro los factores que caracterizan el proceso de
emancipación de los jóvenes en España: el alargamiento de la educación con
fines a aumentar el nivel de formación para conseguir mejores condiciones de
empleo, un mercado laboral precario que imposibilita una estabilidad económica
suficiente como para ser capaces de auto-financiarse frente a un precio de las
vivienda que aumenta y se aleja de sus posibilidades, una significación de la
emancipación conformada en torno a la ganancia de autonomía e independencia
junto a unas condiciones materiales que están lejos de cumplirse fuera del
hogar familiar y, por último, las escasas ayudas por parte del Estado relegando
prácticamente toda la importancia al núcleo familiar en el cuidado de los
hijos, haciendo todo ello que la emancipación aunque está presente en la mente
de los jóvenes, sea visto como algo a realizar en un futuro cada vez más lejano
e incierto.